lunes, 15 de abril de 2013

La puerta de la calle

ADELAIDA.-¿Tienes prisa? (Cierra la ventana.) ¿Puedes contestar a mi pregunta?
RAÚL.-Sí...
ADELAIDA.-¿Tienes... mucha prisa?
RAÚL.-Sí...
ADELAIDA.-¿Para qué?
RAÚL.-Iba a salir.
ADELAIDA.-Te necesito esta tarde.
RAÚL.-Sí.
ADELAIDA.-También te necesito mañana por la tarde. En realidad, tienes todas las tardes ocupadas. Salvo que yo te dé permiso para salir.
RAÚL.-Sí. (Camina hacia la puerta.)
ADELAIDA.-¿Y por qué tienes un lápiz en la oreja?
RAÚL.-(Continúa caminando. No responde. Guarda el cuaderno. Quita el lápiz de la oreja. Lo guarda en el bolsillo. Regresa.) Yo...
ADELAIDA.-¿Por qué tenías un lápiz en la oreja?
RAÚL.-Me olvidé. (Gira mareado hacia la puerta.)
ADELAIDA.-(Lo empuja de una patada. Pronuncia su nombre.) Te he hecho una pregunta.
RAÚL.-Estaba... estaba escribiendo.
ADELAIDA.-¿Escribiendo qué?
RAÚL.-(Se aclara la garganta.) Un poema, señora.
ADELAIDA.-¿Un poema? ¿Qué poema?
RAÚL.-Un poema para mi chica.
ADELAIDA.-Ah. Termina de recoger.

No hay comentarios:

Publicar un comentario