domingo, 21 de abril de 2013

Un murmullo

YO.-Murmuro las tareas cotidianas. Unto la mermelada en el pan tostado, abro la ventana y el Sol penetra tan generoso en la cocina que murmuro tu nombre sin darme cuenta y hallo un nuevo recorrido en las distancias. Bebo el café caliente a sorbitos y te imagino esplendorosa con legañas, despeinada, somnolienta, perezosa... tan bella que cierro los ojos y mis palabras descienden al corazón. Y después, habito la ciudad. Veo, de nuevo y siempre, hasta que la vida me lo permita, los rostros en las calles, en el metro, en la plaza. Llego al local de ensayo y vacío el espacio. Luego arriban náufragos, brujas, sirenas y rescato la esperanza al abrir un cuaderno nuevo. Afuera otro mundo. Quizá un mundo nuevo, una utopía en que creer para derrocar tiranías.

miércoles, 17 de abril de 2013

lunes, 15 de abril de 2013

La puerta de la calle

ADELAIDA.-¿Tienes prisa? (Cierra la ventana.) ¿Puedes contestar a mi pregunta?
RAÚL.-Sí...
ADELAIDA.-¿Tienes... mucha prisa?
RAÚL.-Sí...
ADELAIDA.-¿Para qué?
RAÚL.-Iba a salir.
ADELAIDA.-Te necesito esta tarde.
RAÚL.-Sí.
ADELAIDA.-También te necesito mañana por la tarde. En realidad, tienes todas las tardes ocupadas. Salvo que yo te dé permiso para salir.
RAÚL.-Sí. (Camina hacia la puerta.)
ADELAIDA.-¿Y por qué tienes un lápiz en la oreja?
RAÚL.-(Continúa caminando. No responde. Guarda el cuaderno. Quita el lápiz de la oreja. Lo guarda en el bolsillo. Regresa.) Yo...
ADELAIDA.-¿Por qué tenías un lápiz en la oreja?
RAÚL.-Me olvidé. (Gira mareado hacia la puerta.)
ADELAIDA.-(Lo empuja de una patada. Pronuncia su nombre.) Te he hecho una pregunta.
RAÚL.-Estaba... estaba escribiendo.
ADELAIDA.-¿Escribiendo qué?
RAÚL.-(Se aclara la garganta.) Un poema, señora.
ADELAIDA.-¿Un poema? ¿Qué poema?
RAÚL.-Un poema para mi chica.
ADELAIDA.-Ah. Termina de recoger.

martes, 2 de abril de 2013

La elocuencia de la gravedad

Herminio. Herminio camina con dificultad. Parece que arrastra el vaivén cansado del barco. Se apoya en las paredes, padece la elocuencia de la gravedad empujado hacia el horizonte. No pudieron recolectar más estrellas huidas de las fisuras del Cielo-caídas de la tripas de los dioses-el Ponto bramaba demasiado, pero las redes agarraron cientos que iban a la deriva sobre las olas. Herminio insiste en que subió a cubierta La Polar. Sus marineros rugen ebrios y se ríen de la bárbara proeza. Me dice al oído que se la llevará a su esposa y que le hará un collar para ver su Norte en la próxima marea. Herminio. Pide otra ronda y escruta el Mundo. Herminio. Herminio derrocha la alegría del regreso.
Y veo Ítaca iluminada con el destello de los Cabellos Dorados.