miércoles, 27 de febrero de 2013

Caída libre

Me disponía a sobrevivir. En realidad, ya no tenía nada más que hacer. El cuidado era irrelevante. Los pedazos estaban diseminados por toda la ciudad. Caminar a tientas. Detenerme en el metro. Observar cientos de rostros. Ver la hora-menos mal que el tiempo no se detiene-. Apoyarme en la paredes como si padeciera de vértigo.

En el vagón, Teseo vende linternas. Dos parejas se besan y una señora protege sus cabellos con una gorra que promociona pinturas plásticas.

Caída libre. Encarnación de un color. De niño me dolían los ojos a la luz de las velas

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