YO.-Murmuro
las tareas cotidianas. Unto la mermelada en el pan tostado, abro la
ventana y el Sol penetra tan generoso en la cocina que murmuro tu
nombre sin darme cuenta y hallo un nuevo recorrido en las distancias.
Bebo el café caliente a sorbitos y te imagino esplendorosa con
legañas, despeinada, somnolienta, perezosa... tan bella que cierro
los ojos y mis palabras descienden al corazón. Y después, habito la
ciudad. Veo, de nuevo y siempre, hasta que la vida me lo permita, los
rostros en las calles, en el metro, en la plaza. Llego al local de
ensayo y vacío el espacio. Luego arriban náufragos, brujas, sirenas
y rescato la esperanza al abrir un cuaderno nuevo. Afuera otro mundo.
Quizá un mundo nuevo, una utopía en que creer para derrocar
tiranías.
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